miércoles, 29 de junio de 2011

¡Pero qué malquedas son en Hotel Espe!

Queridas y queridos, no os lo vais a creer: ¡no me han llamado! ¡Qué malquedas son en Hotel Espe! Menos mal que no tenía reserva ni nada, porque de verdad que esto me pasa en cualquier spa de la costa y es para no volver, os lo juro por los hoyuelos de mi trasero.

Así que me han dejado con tres palmos de narices, ¡yo que me había puesto en modo Lady para epatar en la conversación telefónica con la oscura esperanza de que me llamase el jefe de servicio! No os extrañéis, no sería tan raro, puesto que ya lo hizo con Lady Rabbit. Claro que esa loca tuvo la osadía de presentarle un Plan de Parto Vaginal Después de Cesárea, es que va provocando, la tía... Pero eso es otra historia que ya os contará ella personalmente un día, o yo si me da su permiso y un guion (qué raro se me hace escribirlo sin tilde, a veces la RAE me trae por la calle de la amargura, de verdad os digo).

Espero que seáis capaces de superar este disgusto y la tremenda frustración de no ver colmadas vuestras expectativas con una nueva y divertida entrega de este preñiculebrón con el que os deleito periódicamente; yo soy la primera decepcionada. Sin embargo, creo que es buena idea aprovechar este paréntesis para reflexionar y poner en claro algunos puntos, con vuestra inestimable ayuda.

Muchas de vosotras estáis de acuerdo con Lord Muchomacho en que esta llamada intempestiva viene a raíz de la solicitud de historia clínica que había cursado recientemente. Creo que vais muy bien encaminadas: mi Lord, que tiene alma de espía, ha estado mirando en Correos y, mira tú por dónde, la cartita les llegó ayer martes, suponemos que por la mañana; a las seis de la tarde ya estaban llamando, los tíos espabilados... ¡Qué cosas! ¿Casualidad o causalidad? Juzguen por ustedes mismos, señoras y señores.

Bueno. Anyway. La genial autora de La Teta y Más (nena, no te he incluido aún en el blogroll, pero ese despiste lo subsano yo en menos que se persigna un cura loco, que yo seré Vaga pero los dedos aún los manejo con soltura) me ha propuesto poner una encuesta en la que todos podáis votar por la opción que más correcta os parezca respecto a este nuevo contratiempo. Así que yo, obediente como soy, os doy seis ideas (podéis votar por más de una si queréis) y a ver qué me contáis. A continuación os las comento un poco para que entendáis el porqué de cada una; pero antes de decidiros, pensad que yo me debato entre dos posibilidades: tocarles las bowlings todo lo posible, porque yo soy así y porque se lo han ganado a pulso (y a tacto), en plan "por mí, por todas mis compañeras y por mí primera", que ya estoy harta de que consideren que una mujer embarazada es un ser sumiso y medio imbécil sin capacidad no ya de decidir, sino de preguntar siquiera; o pasar olímpicamente de ellos, no vaya a ser que dediquen la consulta a intentar asustarme con terribles consecuencias si no sigo viéndoles en la frecuencia y horario que a ellos mejor les venga.

  1. No vayas, nena, pasa y que les den. Esto es lo primero que me pasó por la cabeza cuando recibí la llamada, pero en el fondo me pica la curiosidad. Y sé que a vosotros también, ¡que os encanta el despelleje!
  2. Di que estás de parto y, a la que se asomen a mirar, ¡patada voladora! Ya molaría, ¿eh? Me espatarro y, según acerquen el melón, ¡zas! En toda la jeta...
  3. Graba toda la conversación sin decirles nada y luego nos la transcribes para descojonarnos un rato. Sugerencia de Lord Muchomacho, que insiste en que mi pasado periodístico me legitima para este tipo de acciones.
  4. Ponles la grabadora encima de la mesa, a ver si siguen teniendo esas gordas pelotas sabiendo que les están grabando. Y luego nos la transcribes para descojonarnos un rato. Variante propuesta por mí misma que iría acompañada de cuadernito para no dejarnos ni un detalle, claro está.
  5. No vayas a menos que te den un informe por escrito antes. Fue lo que le dije a la chica del teléfono y creo que es uno de los motivos por los que no me han llamado, seguramente estarán pensando "joder, qué pesada es esta tía, ¿es que no dejará de pedir nunca?"
  6. Vete en plan sumisa, que a las respondonas les tactan con las uñas largas y sin guantes. Esta es la opción "asústate, bájate las bragas y pon el culito, que te está bien empleado todo lo que te pase por chulita". Es verdad que un poco chulita sí que soy, pero eso no justifica el coñazo que me están dando, nenas, ¿o es que no tienen más pacientes y con más paciencia que yo para darles la barrila?
Queridas y queridos, espero vuestras sugerencias y respuestas; por supuesto, si se os ocurre otra opción que no figure en la encuesta, pronunciaos. Que esto es muy surrealista como para no tomárselo ya a coña, digo yo.

Besos incrédulos,
Lady Vaga.

martes, 28 de junio de 2011

¡Vienen por mí! ¡Escondedme!

Queridas y queridos, ojiplática me hallo tras la conversación que he tenido esta tarde, que bien podría calificar de "encuentro en la tercera fase" si no fuese porque no ha habido avistamiento ni contacto cercano (por suerte ha sido meramente telefónico). Qué curioso giro del destino cuando mi blog estaba tan tranquilo como el encefalograma de Aída Nízar, ¿verdad?, una carambola digna de culebrón venezolano, de esos en los que, cuando la heroína está a punto de desposarse con el protagonista, se encuentra con que él es su medio hermano secreto y perdido en la infancia o algo así.

Podría deciros que estoy patiabierta y boquidifusa, pero yo de piernas no me pienso abrir más que lo justo hasta septiembre, no vaya a ser que Minimacho vea libre el camino y decida lanzarse en plan "jerónimo". No, hijos míos, no. Me encuentro perpleja, asombrada y sorprendida, no sé si a partes iguales, pero mucho, en cualquier caso.

Porque esta tarde, 28 de junio, Día de Tau (la constante más discreta y simpática para mi gusto), los planetas se han alineado en mi contra en una combinación nefasta, maligna y turbadora.

Imaginad la siguiente escena: de blanco ibicenco de pies a cabeza, bien peinada de horquillas y mejor calzada, Lady Vaga, uniformada con la habitual bata blanca (por si no lo sabíais, mi uniforme es una bata blanca, sí, queridas y queridos. No flipéis, más lo flipo yo con estas paradojas de la vida) se afanaba en terminar unos pedidos antes de que la avalancha de clientes de media tarde arrasase con los productos primorosamente expuestos en el local.

De repente, Lord Muchomacho descuelga el teléfono móvil (que no suena porque siempre le tenemos puesto el vibrador, somos así de viciosos, chatos) y le oigo preguntar "¿de parte de quién? ¿Del hospital?" Ahí ya me temí yo lo peor, pero aún me quedaba corta, corta como el rabito de una boina, my darlings.

[Inciso contextualizador]
Quizá vuestras neuronas tengan la suficiente capacidad de sinapsis para recordar que, durante mi estancia en el Hotel Espe Bed & Breakfast, tuve ocasión de enfrentarme charlar con el simpático jefe de servicio de Obstetricia y Ginecología, que venía azuzado (o, como dicen en algunos pueblos, "achuchao") por la malvada y pérfida doctora Fistra. Aquella escaramuza se saldó con una estilosa victoria por mi parte, hito que marcó una nueva arruga en el rictus labial de esa espingarda llamada Fistra.

Bueno. También sabéis que hoy hace tres meses que me marché de allí con el alta voluntaria, pero no sé si os he comentado que lo siguiente que hice fue solicitar mi historia clínica, como hace la gente normal cuando sale de un hospital. ¿Sabéis qué me entregaron al cabo de una semana? ¡Las analíticas! Un conjunto de, casi casi, una docena de hermosas analíticas ordenadas cronológicamente sin explicación alguna, es decir, una mierda como un castillo, mirusté

A mí eso me gustó poco tirando a nada, así que hace unos días me decidí y les envié por correo certificado una solicitud mucho más formal en la que detallaba todos los documentos que debían constar en mi historia y les recordaba el derecho legal que me amparaba. Hecho este inciso, volvamos a la actualidad.
[Fin del inciso contextualizador]

La amable señorita que me telefonea (va sin sarcasmos, ha sido amable y paciente de verdad) me informa de que (sí, con el "de", se dice así) es para darme cita en el hospital para el mes de julio en el departamento de Alto Riesgo. Yo parpadeo, sorprendida, y le explico que a mí la doctora que me llevaba en Alto Riesgo me ha dicho que ya no hay riesgo ninguno, es más, ya estoy trabajando y todo. Que hemos quedado en que, a partir de ahora, me controlaré en mi centro de salud (bueno, esto es teórico, porque la que yo realmente quiero que me vea es mi comadrona de parto en casa, paso de duplicar visitas) y le pregunto qué ha sucedido para que me quieran ver otra vez en el hospital.

La chica no entiende que yo no quiera esa cita, pero accede a cambiármela y programármela en mi centro de salud. Nos saludamos cortésmente. Colgamos.

Vuelvo a mi puesto de trabajo, pero el teléfono vibra de nuevo en mi mano. ¿Qué ocurre ahora? Es la misma señorita, que, con un deje de perplejidad en su voz, me cuenta que no puede darme la cita en mi centro de salud, puesto que la tiene bloqueada y con una nota del jefe de servicio en la que explica que yo tengo que ir por Alto Riesgo sí o sí.

Imaginadme, queridas y queridos, vestida de blanco pero con las mejillas y las orejas cada vez más rojas intentando respirar hondo. ¿Qué narices es esto? ¿El jefe de servicio? ¿Ese señor que admitía que no sabía qué me pasaba pero que me podría ir en cuanto mi PCR se normalizase? ¡Pardiez!

Cuando el aire me llega a los pulmones, consigo organizar las palabras en mi cerebro para explicarle a la señorita algo del estilo:

- Mira, no entiendo qué les pasa ahora ni qué riesgo corro ni por qué estoy de alta laboral si tengo tanto riesgo de no sé qué. El caso es que, para la doctora Fistra, yo debería estar ingresada todavía; para la otra, no he corrido riesgo jamás, y para el jefe de servicio ni lo uno ni lo otro, así que yo no sé qué pensar. Que hablen entre ellos y se aclaren; cuando me pongan por escrito lo que está pasando, vuelvo al hospital. Mientras, nada.

- Bueno, no te preocupes, yo lo hablo con el jefe de servicio y te llamo mañana sobre estas horas.

Y en estas hemos quedado. Así que mañana debería tener un nuevo episodio que contaros. Anda, anda, y vosotros que os pensábais que el culebrón de Lady Vaga se había terminado... Ah, se me olvidaba: el inciso viene a cuento de que Lord Muchomacho está convencido de que me llaman del hospital justo ahora porque han recibido mi petición de historia clínica y eso les ha recordado que molaba experimentar conmigo, que era, según todos ellos decían, "un caso raro". Quien lo entienda, que me lo explique.

viernes, 24 de junio de 2011

Querido Lord Muchomacho

Queridas y queridos, permitidme que hoy, 24 de junio, dedique esta entrada al hombre que me hace feliz desde hace exactamente diez años: Lord Muchomacho. Pienso ponerme insoportablemente cursi, así que tenéis dos opciones: agarrar los pañuelos de papel y el glucómetro para controlar la subida de azúcar o (y esto sería lo más inteligente y sensato) no leer nada de lo que a continuación escribiré.

Hoy hace diez años que nos conocimos y, desde ese día, no volvimos a separarnos. Bueno, algunas horas por la noche para dormir, puesto que aún éramos jovenzuelos y sus padres no estaban por la labor de perderle de vista más tiempo de lo que la decencia marca (o marcaba en nuestra época, no sé cómo están ahora las cosas). Hago mi balance mental y recuerdo que solía decirle que, si con veintipocos era guapo, a los treinta y algo sería arrebatador; no me equivoqué, mi amor sigue siendo un pibonazo y no me digáis que no, que estoy harta de pillar a las clientas mirándole el trasero y haciéndole ojitos a la mínima de cambio.

Podría enumeraros tantas cosas que me gustan de él, que convertiría este blog en monotemático y eso no está bien, puesto que mi monotema confeso es el acoso y derribo de los ginesaurios trasnochados, así que resumiré diciendo que Lord Muchomacho me gusta porque es él.
  • Me gusta su seguridad en sí mismo, esa actitud de "oye, que yo me como el mundo y en un eructo suelto los Pirineos, a ver qué te has creído".
  • Me gusta su carácter protector, ese instinto leonino de cuidar de los suyos que le sale cuando siente que atacan a su gente.
  • Me gusta que sea tan risueño y bienhumorado desde primera hora de la mañana. Supongo que eso le ayuda a soportar que su adorada Lady Vaga se despierte cabreada y menos que humanoide.
  • Me gusta ese cerebro fríamente científico y que, a pesar de ser un lector compulsivo de manuales de física, saque un ratito para enterarse de las últimas conspiranoias y contármelas con una sonrisa de medio lado.
  • Me encanta cuando se pone sus camisetas frikis de robots que le hacen parecer aún más joven. Y si está recién afeitado, ya es que me lo como.
  • Me encanta cuando se pone una camisa Arrow entalladita con barba de tres días (él, no la camisa) y parece casi casi un padre formal.
  • Me chifla cuando lleva gafas en el trabajo. ¡Ay, Omá, qué rico mi hombre con gafas!
  • Me encanta cuando lleva a O. G. en el Tonga y cuando le menea por los aires como si en vez de un bebé fuese un saco de patatas. Me encanta cuando se duerme con él encima como dos koalas sinvergonzones.
  • Me gusta cuando me dice que me quiere y que sigo estando buenísima a pesar de los años y del embarazo (miente bien el tío cuando quiere...).
  • Me gusta que sea capaz de ser siempre lo que necesito, desde novio apasionado (sí, aún estamos solteritos) hasta guardaespaldas y terapeuta, según se tercie y sin preguntar.
  • Me gusta cuando se levanta antes que yo por la mañana y me prepara el desayuno (morid de envidia, perras). Creo que este es su rato de liberación matinal hasta que aparezco yo por allí en modo protopersona; vamos, que lo hace por su salud.
  • Me encanta cuando me sorprende por mi cumpleaños con un regalo espléndido y desmesurado que no merezco de ninguna de las maneras, por ser tan respondona e impaciente (estoy trabajando en ello, dadme tiempo).
Te quiero, Lord Muchomacho. Me tatuaría tu nombre y tu dirección por si me pierdo, donde más rabia te diese.

Hoy, los besos son solo para mi hombre, porque llevan lengua y apretón traseril incluido,
Lady Vaga.

miércoles, 22 de junio de 2011

Habiba y Alma, juntas al fin

La pequeña Alma, de quince meses, ya está de nuevo junto a su madre. Supongo que, a estas alturas, queridas y queridos, todos lo sabíais ya (yo es que estoy medio desconectada entre el trabajo, la colaboración con la asociación y mi pequeño O. G., que está descubriendo el arte culinario, ya os contaré), pero no me resistía a comentarlo por si hay algún despistado.

Gracias a todos los que habéis puesto vuestro granito de arena para que mamá y bebé pudiesen reunirse de nuevo. En momentos así, me siento parte de algo mayor, estoy orgullosa de esta magnífica red invisible que nos une. Espero que podamos seguir ayudando entre todos a otras familias que se vean en esta misma situación, pues, desgraciadamente, no será ni la primera ni la última vez que se produzca una separación injusta.

Besos optimistas,
Lady Vaga.

lunes, 20 de junio de 2011

Lady Vaga y la doctora Mayer

Creo, queridas y queridos, que lo mío con los ginecólogos es, sencillamente, mala suerte. O eso, o estoy pagando el mal karma de una vida anterior... Seguramente debí de ser una carnicera, pero carnicera mala, de esas que dan los filetes con más nervios a las parroquianas que les caen gordas y encima le ponen bien de papel al producto para que dé más peso en la báscula (esto me lo contó mi abuela, que a ella se lo hacía el charcutero, ¡tío malo!, fíjate tú qué mala persona y qué rata, porque ¿qué iba a ganar, dos céntimos por incauta viejecilla? El caso es que mi abuela también está pagando mal karma de otra vida, fijo, porque recuerdo que se quejaba, asimismo, de que el portero nunca limpiaba los apliques del portal... De hecho, durante un tiempo me ha venido rondando esa frase como glorioso inicio de una novela: "El portero de mi abuela no limpiaba los apliques". ¿A que es digna de Truman Capote? Algún día encontraréis mi gran obra en librerías y, cuando la abráis, leeréis esas magníficas e intrigantes palabras inaugurando el relato. Pero basta ya de divagar. Volvamos a lo puramente ginecológico).

Os decía, queridas y queridos, que en esta vida presente he sido agraciada con un físico espectacular, como sabéis quienes me conocéis; un cerebro maravilloso con memoria eidética de serie, como sabéis sólo algunos de vosotros, dado que me chifla hacerme la tonta; una familia estupenda y una colección de zapatos que cualquier día organizarán un referendum para independizarse de mis armarios. Sin embargo, tengo que reconocer que me cuesta encontrar un ginecólogo en condiciones; jamás he tenido problemas con alergólogos, neumólogos, endocrinos ni médicos de cabecera, pero en lo que toca a mis partes privadas, amigos, la mala suerte me persigue.

Recuerdo a mi primera ginecóloga, la que tuvo el honor de revisar mis bajos por vez primera y de prescribirme la píldora para que Lord Muchomacho y yo, jovenzuelos entonces y entusiastas del sexo non stop, pudiésemos liberarnos de la tiranía condónica que entonces nos atenazaba. Ya no recuerdo su nombre (aunque la llamaré doctora Mayer por el motivo que a continuación paso a exponer), pero sí su curiosa falta de empatía cuando le comenté, a los seis meses de estar tomando la pastillita, que me había subido el colesterol una burrada:

- Pues, hija, no comas tantas salchichas...

- ¿Cómo dice, señora? No he comido una salchicha en mi vida, para su información.

Y, queridos y queridas, era verdad. Y lo sigue siendo a día de hoy. No me gustan las salchichas y no las como, me dan mucho asco, qué queréis, soy así de ñoña... Si lo que pretendía esa señora era hacer un chiste de mal gusto, lo consiguió, dejándome perpleja y molesta a partes iguales... Ah, y reprimida, porque me aguanté las ganas de decirle que para comerle a gusto la salchicha a mi señor esposo no me hacía falta alguna tomar pastillas, fuesen anticonceptivas o antiácido, pero ya sabéis (podéis corearlo al unísono si os place) que yo soy una dama. Por eso me callo más de una y más de dos y así me va.

Ahora, decidme si no tengo yo un radar de ginesaurios entre las orejas... Que es mucha casualidad tanto cenutrio en la misma especialidad médica, digo yo. Eso sí, el viejecito que me hizo mi primera ecografía fue absolutamente encantador, como un Papá Noel vestido de blanco, patrocinado por Pfizer en vez de Coca-Cola, otro día os cuento.

Besos retrospectivos,
Lady Vaga.

viernes, 17 de junio de 2011

Lady Vaga no hace nada de provecho

Queridas y queridos, ahora que nadie nos oye, os diré que el dolce far niente de mis tardes desde la reincorporación sabe mucho mejor que el dolce far niente jodiente impuesto desde el hospital.

Es verdad la vuelta a mi cotidiana (a)normalidad hace que adolezca de anécdotas batiblanqueadas con las que deleitar vuestro fino sentido del humor, pero tendréis que conformaros con la bata blanca que yo misma luzco en mi diario quehacer laboral, si es que eso os vale. De hecho, me quedan, de aquí al final del embarazo, la ecografía de tercer trimestre y... No, nada, solo eso y una visita o dos con mi estupenda comadrona. Y la ecografía ni siquiera pienso hacérmela en el hospital, pediré cita en un centro privado y que me hagan un poco la pelota, que ya está bien para variar.

Estoy esperando que el sol afloje un poquito para volver a bajar con el intrépido O. G. a la piscina y hacer alucinar a la socorrista con mi estilo portando un hijo al saco y otro al sobaco, como dice Marina, la madre de mi amiga Sonia, ambas grandes mujeres cuyo ingenio dejaría mudo incluso a un tertuliano de TeleCirco. Por cierto, Sonia, si osas pasar por el blog, te recordaré que me debes una visita, querida. Y hasta aquí puedo leer...

A O. G. le hemos comprado, como el año pasado, un bañador de dos piezas con protección antirradiación, porque la criatura ha salido de un blanco deslumbrante parecido al mío -creo que, en determinadas circunstancias (quizá de generoso consumo de alcohol por parte de nuestros acompañantes), hemos llegado a brillar en la oscuridad durante un breve espacio de tiempo; ¿será cosa de añadirlo a nuestra lista de súper-poderes?- y además no le gusta untarse en crema cual lechoncillo embadurnado de aceite listo para el horno... Menos mal que dimos con uno sin rellenos para flotar ni mandangas, porque este año en su talla solo encontrábamos un dos piezas con una estrella en el pecho y un relleno anti-niño-que-te-ahogas en la zona de la barriga que, teóricamente, podía ponerse y quitarse, pero en la práctica semejaba un six-pack o tableta de chocolate bastante cutre (o lo siguiente), capaz de hacer que mi hijo luciese como un súper-héroe de segunda regional y, claro, yo no pensaba bañarle con antifaz solo para mantener la imagen, que una podrá ser fashion victim pero los carnavales los dejo para febrero y no quiero que mi hijo, guiado por el traumático recuerdo de tamaña humillación, me ingrese el día de mañana en la residencia más barata para pasar mis vejeces.

En cuanto a mí, no os preocupéis: Lady Vaga, preñada de siete meses, continúa entrando en los bikinis del año pasado. Es la ventaja de usar bragas bikineras de lacitos, que no te enteras de si has ensanchado o no a menos que el incremento sea tan notable (y aterrador) que los cordeles no puedan juntarse ni haciendo fuerza. Eso sí, en el trabajo voy notando que, cuando cierta persona de considerable volumen quiere pasar por detrás de mí, no hay manera. A ver si le digo que se ponga a dieta, ayer ya le comenté que yo no puedo meter tripa, pero este ser no pillaría una indirecta ni aunque se la explicase en tres idiomas.

Y ahora os dejo, que voy a ver quién me está hablando en el chat de Gmail.

Besos findesemanáticos,
Lady Vaga.

miércoles, 15 de junio de 2011

Y despistada que es una...

Como es de bien nacidos ser agradecido, queridas y queridos (¿qué esperábais? Mi madre es que es muy del refranero español y en algo teníamos que parecernos, digo yo...), aprovecho que Carol, autora de Nuestra pequeña cría, ha tenido a bien otorgarme el premio "Qué tendrá tu bló c'aveces me parto", para darles las gracias tanto a ella como a Drew, de Viviendo en mi nube azul, a la cual se le ocurrió decir que mi presencia hacía del mundo un lugar más bonito hace ya una semana entera y yo, despistada y olvidadiza como siempre, metí el premio en la estantería virtual, aka galería, y no le dije más nada... ¡Perdóname, Drew!

Entono un "sorry, darlings" y un "thank you, thank you, thank you" y me voy al armario corriendo a buscar el vestidito de lamé y los taconazos para estar mona en la entrega de premios.

Besos chispeantes,
Lady Vaga.

Lady Vaga is a working woman (again)

Así es, queridas y queridos, ayer fue mi primer día de vuelta a mi cotidiana (a)normalidad laboral. O. G. decidió enfadarse cuando supo que le dejábamos en casa de su abuela cuatro horitas, lo cual nos resultó extraño porque se adoran mutuamente; supongo que se ha acostumbrado estos meses a estar todo el día en casita con mamá living la vida loca y, claro, el cambio de aires le molestó... Fue muy gracioso ir a cogerle en brazos todo dormido y decirle "venga, peque, vamos a casa de la abuela"; él respondió"no", rotundamente, y se dio media vuelta en la cama con total placidez. Claro, al llegar allí nos la lió bien liada. Yo también lo haría...

La mañana de trabajo se me pasó relativamente rápido. Lord Muchomacho se quedó un ratito más con O. G. esperando a que se calmase (que lo hizo, menos mal) y yo me dediqué a sacar adelante los pedidos, que llevaban desde el viernes esperándome. Esto me pasa por avisar, desde luego. Mea culpa, queridos míos.

Por la tarde, conseguí convencer a O. G. de lo bien que nos sentaría un chapuzón en la piscina y allá que nos fuimos a remojarnos los traseros; suerte del encanto de socorrista que tenemos y que me ayudó, sujetando a mi inquieto retoño, mientras yo entraba y salía de la piscina, porque él se empeñaba en ponerme los óvulos a la altura de los lóbulos (es decir, los ovarios de pendientes) asomándose al agua y amagando la caída... Lo mejor de todo es que Lord Muchomacho pudo salir a tiempo del trabajo para darse un chapuzón y un paseíto con nosotros, así que mi balance del primer día es más que positivo.

Ahora tengo que dejaros, queridas y queridos, pues hoy me toca ir de tarde y tengo que empezar a preparar la comida, la ropa y los aperos del pequeño. Siento no tener anécdotas divertidas que contaros acerca del día de ayer, pero el rato de trabajo lo pasé sepultada entre hojas de pedido, impresos y encargos, así que no tuve tiempo de prestar mucha atención a lo que sucedía alrededor.

Besos desde mi diván,
Lady Vaga.

lunes, 13 de junio de 2011

Lady Vaga abandona la vagancia

Queridas y queridos, mañana vuelvo al trabajo. Es cierto que, por suerte para mí, no trabajo descargando melones en Mercamadrid, pero aun así me han recomendado mantener el esfuerzo físico al mínimo, o sea, que supongo que me tomaré mis tareas con calma.

Por supuesto, que Lady Vaga abandone el Dolce Far Niente al que todos estábamos acostumbrados y vuelva a su vida laboral con gusto y alegría no implica que este blog deje de ser el diario de sus cuitas, penurias y parrafadas mentales varias, por lo cual os emplazo a que volváis con la periodicidad que os apetezca a disfrutar de mi glamourosa vida, envidiada por Nati Abascal y Kate la del Guiller. Que, a lo mejor, al estar ya incorporada, hasta puedo contaros alguna anécdota del trabajo y dejo un poco de lado el monotema habitual. Huy, patada de Minimacho... No, cariño, de ti no va a dejar de hablar mamá, tú aquí en el marsupio hasta septiembre

Besos uniformados,
Lady Vaga

viernes, 10 de junio de 2011

Pensando en Habiba y su niña

Queridas y queridos, permitidme que por una entrada abandone el tono jocoso que caracteriza mis escritos para hacerme eco de un hecho que, sin duda, ya todos conocéis: el caso Habiba.

No he tocado antes el tema en el blog porque, si os he de ser sincera, todas las reflexiones que me salen del coco son demasiado viscerales, demasiado humanas. No consigo dejar de lado la parte emocional y desprenderme de esta cólera que me acompaña desde el sábado para escribir algo razonado y medianamente frío que ayude a convencer a alguien dubitativo de la necesidad de reunir a madre e hija.

No me sale y no me saldrá, llevo ya una casi semana dándole vueltas y no hay manera. Y no me sale ni me saldrá porque, queridas y queridos, yo también soy madre y este atropello me toca la fibra y me revuelve las tripas. Me planteo qué habría hecho yo en su lugar y no me surge nada mínimamente civilizado, mis pensamientos son más bien del tipo "me quitan a mi hijo y alguien se lleva cuatro guantazos"; "me planto en la puerta del IMMF y les rompo todas las ventanas", "les denuncio por secuestro"... Vamos, que no se me ocurre nada que ayude. Pero es por eso, porque no puedo desligar mi faceta de madre en todo este asunto y sólo pienso "ay, si me llegan a mí a quitar a O. G. la que lío..." Y así no soy constructiva.

Así que os invito a pensar un poco en este asunto y a plantearos:
  • Si esta separación estuviese realmente justificada, ¿habría denunciado el caso una psiquiatra de prestigio como la doctora Olza?
  • Si Habiba y quienes la apoyamos no tuviésemos nada de razón, ¿se habría molestado el IMMF en sacar un informe acusándola de inestable y violenta?
  • Si es tan mala madre, ¿por qué no le retiraron la tutela hace ya tiempo? ¿A qué viene hacerlo ahora, cuando llevan un año trabajando con ella?
  • Si el problema no es que Habiba dé el pecho a la niña, ¿por qué no le dejaron amamantar a la pequeña en la visita que le permitieron esta semana?
No sé a vosotros, pero a mí esto me chirría y mucho. Por supuesto, me encantaría estar equivocada y que esa separación fuese imprescindible, necesaria y beneficiosa para la niña, pero no es el caso, y si no me creéis podéis leer las declaraciones de Habiba a la salida de la visita. Por si os da pereza, os lo resumo yo: la niña no quiso ni mirarla a la cara (normal, estará todavía desconcertada y sin entender por qué lleva más de una semana sin ver a su mamá), ha perdido medio kilo y estaba ojerosa y huidiza. Si esto no es maltrato, que lo venga Dior a ver. Ah, dos responsables de seguridad estuvieron presentes en el encuentro, no fuese a ser que a la madre se le ocurriese sacarse una teta o algo y disparar chorros de leche radiactiva a diestro y siniestro...

El que lo entienda, que me lo explique. Con mi media neurona sedente no doy para más y no consigo dejar de pensar que, aunque las reúnan hoy mismo (cosa que no va a suceder), nadie podrá devolverles estos días perdidos, días sufridos, estas horas de angustia que han infligido a una madre y, sobre todo, a una menor por la cual están supuestamente velando.

Indignada me despido,
Lady Vaga.

jueves, 9 de junio de 2011

La doctora Maja mola mazo

Queridas y queridos, voy por una vez (y sin que sirva como precedente) a intentar ser breve para contaros que el lunes, a la salida de mi consulta en el hospital, coincidí con la doctora Maja, la cual, como su propio pseudónimo indica, es una mujer dulce, agradable y maja a más no poder.

Es una persona que se molesta en tomarse unos minutos para charlar con el paciente, interesándose de verdad en resolver las dudas que le plantea; las dos veces que me visitó, se sentó junto a mí en la cama, me pidió permiso antes de palparme y de hacer el ultrasonido y hasta nos contó que ella también tenía un bebé al que daba el pecho (creo que era algo mayor que O. G., no lo recuerdo bien; el bebé, digo), alabó que practicásemos el colecho y que siguiésemos con la lactancia y nos recordó que Minimacho podía perfectamente llegar a término. Sus palabras y su actitud fueron para mí un bálsamo y sólo lamenté que la jefa de la planta fuese la Fistra y no ella; otro gallo nos cantaría a las mujeres allí ingresadas.

A lo que iba: que el lunes nos la encontramos, se acordaba de mí (de mi nombre, no sólo del caso, lo cual me hizo alucinar) y charlamos durante unos minutos sobre lactancia y otros asuntillos. Se despidió diciendo que a ver si coincidíamos en mi parto, lo cual, si todo va como yo espero, no sucederá, pero tened por seguro que cuando visite a la Fistra sacaré unos minutos para saludar a esta dama de la medicina como merece.

Os cuento esto para que veáis que no estoy tan obcecada, que valoro que un médico sea capaz de empatizar y que agradezco a esos buenos profesionales que sigan demostrándonos cada día que el Ginesaurus es una especie en extinción, aunque algunas parecemos tener un radar especial para encontrárnoslos a nuestro paso.

Besos y arrumacos,
Lady Vaga,
diva sedente.

miércoles, 8 de junio de 2011

Lady Vaga Vs. Dra. Fistra: Final round

Me quedan todavía, queridas y queridos, anécdotas e historietas sobre mi estancia en Hotel Espe, pero me gusta dosificarlas para no parecer un abuelo contando sus cosas de la guerra o nuestros padres con lo de la mili. Así de repente se me ocurre que tengo que contaros quién es la doctora Maja (maja y simpática como ella sola, un amor de señora), cómo fue mi última conversación con la Fistra o qué ocurrió cuando me negué a  hacerme dos analíticas en un día y vino la doctora de guardia a "negociar".
Sin embargo, sé que a lo que a vosotros os interesa es el puro y duro despelleje, el rechinar de dientes hasta llegar al hueso y, si me apuráis, al tuétano de la cuestión, y por ello, voy a dedicar esta entrada a relatar el final (por ahora) de mi lucha con la doctora Fistra.

Sucedió el lunes, 28 de marzo. Pasé la noche anterior presa de la incertidumbre, di vueltas nerviosamente en la cama, dormité sin descansar y hasta estuve en un tris de morderme las uñas, lo cual conseguí evitar a fuerza de decirme a mí misma que lo que la Fistra tuviese planeado para mí no podía ser tan malo como para justificar que yo echase a perder una estupenda manicura. Es más, conversaba Lady Vaga con Lady Cagada (que era yo con mis miedos y mis historias), es que no tenía ni por qué aceptar ni acatar lo que ella dijese. Faltaría plus. Que era la médico, no mi Ama sadomaso (bien le habría gustado a ella).

Por la mañana, mi prima tenía previsto venir a visitarme y Lord Muchomacho y yo estuvimos bromeando con que a ver si se presentaba y ya no me encontraba en la habitación porque me habían dado el alta... ¡Incautos de nosotros! Pecábamos de inocentes y desmemoriados, pues la doctora Fistra tiene por costumbre hacer la ronda por las habitaciones a última hora, supongo que para jodernos la comida a las pacientes (perdón por la palabrota, pero en realidad es un eufemismo de todos los otros verbos que podría haber colocado en su lugar...) con sus gracietas desprovistas de todo chiste (salvo que vaticinar muertes pueda considerarse divertido en algún sitio, para mí ignoto).

En fin. Entre visita y visita de las agradables enfermeras (siempre os lo recuerdo, pero por si no os queda suficientemente claro, esto va sin sarcasmo), que aprovechaban para recordarme que igual ese mismo día me perdían de vista (wishful thinking, me decía yo a mí misma), ecografía en el departamento de Alto Riesgo y la visita de mi prima, yo dediqué lo que sobró de la mañana a buscar mi traje de súper heroína, mi máscara y mis botas de taconazo con el loable objetivo de que mi previsible enfrentamiento con la doctora Fistra transmutada en declarada arpía terminase con un K.O. fulminante a mi favor. Aproveché para poner a prueba mis súper poderes (pestañas-crea-huracanes, patada voladora chucknorresca free style y lengua VIPerina afilada al máximo, entre otros) y para retocarme el pelo cuando me dejaron levantarme para ir al baño. Mi corazón se aceleraba conforme se acercaba el gran momento, pues sabía que, como en Los Inmortales, sólo podía quedar una... Y tenía que ser yo, por mis ovarios que son pares.

Y llegó la doctora Fistra, creo recordar que acompañada, pero ese dato nimio ya me baila en la cabeza, por su joven acólita y esbirra en horas de trabajo, la simpar doctora Carapeta. Entró con soberbia (la Fistra, digo), marcando el paso y con mirada altanera, pero yo activé mi escudo protector a tiempo para repeler sus burdos ataques.

- Ya tenemos los resultados de la analítica de ayer, la PCR está mejor, ha bajado- en este punto nuestras miradas se cruzaron, el ambiente de la habitación se cuajó de electricidad estática, a la Carapeta se le pusieron tiesas las puntas del flequillo y la doctora, previendo mi optimismo, lanzó la andanada-. El jueves hacemos otra analítica y una ecografía a ver qué tal sigue todo y ya las iremos espaciando si todo va bien. Cada lunes le harán el seguimiento en Alto Riesgo.

- ¿Y el jueves me la hacen ya ambulatoria? ¿Me dan ya el alta?

- No, de alta nada todavía. Tiene usted que quedarse aquí más tiempo- implacable, la tía, oye.

- Pues el doctor que me vio ayer dijo que iba a proponer mi alta en la reunión de hoy...

- El doctor de ayer era un optimista- "¿era?" ¿Lo habrá liquidado? Imagino al pobre hombre atrapado en una dimensión extraña por darme buenas noticias y pienso que mi siguiente misión, tras salvaguardar la integridad física de Minimacho y la mía propia, es salvarle y devolverle a su hogar-. Tiene usted que quedarse más tiempo, porque aún no sabemos lo que tiene.

- Pero, doctora- intento agotar la vía diplomática-, si ya tengo la PCR bien y todos los demás indicativos de infección también están correctos, ya no estoy tomando antibiótico y el líquido amniótico sale perfecto en todas las ecografías, ¿qué le hace pensar que tengo algo?- la muy guarra no me lo dice abiertamente, pero sigue empeñada en que tengo una corioamnionitis. O eso o SIDA, porque me lo ha preguntado como tres veces y me lo ha mirado en dos analíticas. La verdad es que ninguna de las dos opciones me seduce ni un poco, prefiero estar sanita como siempre, pero gracias por preocuparse, doctora.

- Que la PCR salga bien no significa que no haya infección- toma ya, pero si sale mal sí la hay... Jódete y baila-. Dénos más tiempo para ver qué es lo que tiene, sea paciente- parece que ella también vuelve a la diplomacia-. No debe usted hacer planes para las próximas semanas.

- Doctora, tengo entendido que X, que llevaba aquí ingresada varias semanas, se ha marchado ya con el alta voluntaria, y su caso era más grave que el mío- la chica había perdido dos bebés, por lo visto, por el mismo problema, y en esta ocasión se tiró ingresada casi diez semanas sin poder levantarse siquiera para ir al baño o para que le cambiasen la cama. Finalmente, optó por alquilar una cama articulada y marcharse a su casa, pues tenía otros dos hijos a los que atender.

- De ninguna manera, su caso es más grave, puesto que ella rompió la bolsa de veintitrés semanas y usted lo ha hecho con catorce- bueno, vale, no lo hice adrede, no me pegue en el culito, doctora.

- Pero yo no he vuelto a perder líquido, no me encuentro mal ni...

- Mire, usted se tiene que quedar más tiempo y ya está. Lo que vamos a hacer es ir espaciando las pruebas y veremos qué tal sigue hasta que consideremos que se puede marchar. Ya le he dicho que no haga planes para las próximas semanas.

- ¿Semanas? Doctora, que yo tengo una vida fuera, tengo un hijo, un marido que atender, un trabajo y cosas de las que ocuparme... Al menos dígame cuánto tiempo más tengo que quedarme, según usted- hizo falta que insistiera tres o cuatro veces, la tía se escabullía como un zaroniano cabreado. ¿Mmmh? ¿No entendéis mi chiste friki? En ese caso, os exijo que leáis Pulp, de Charles Bukowski (mi escritor favorito, por cierto), o al menos la página 71 en esta versión digital.

- Pues como poco, dos o tres semanas más. Sea usted paciente, la infección puede manifestarse en cualquier momento y es mejor que esté usted aquí cuando eso suceda- tanto optimismo me desarma y decido callarme, porque por mi mente pasan varias opciones, ninguna de las cuales es aceptable desde el punto de vista de la educación y el evitamiento de la confrontación física a muerte:

  • a) Decir con voz terrible "Aquí se va a quedar su p*** madre, doctora Fistra, yo me piro".
  • b) Hacer una cuerda atando las sábanas y huir por la ventana. Descartado, porque la ventana sólo se abre un poquito y no quiero espachurrar a Minimacho.
  • c) ¡Patada voladora! Pero no, en un hospital tan grande y moderno seguro que hay maxilofaciales que le arreglan la quijada en un momento y así no tiene gracia.
Opto, pues, por el silencio, apoyada por un diálogo mudo y fugaz que mantengo con Lord Muchomacho en unas décimas de segundo, y la doctora Fistra se marcha con aire ganador. No bien sale por la puerta, Lord Muchomacho y yo nos miramos; él, con la ceja arqueada, yo con la mirada de mala leche que me sale en estas circunstancias.

- Alta voluntaria, nena, alta voluntaria.

- Amor, acabas de leerme el pensamiento.

Total, para estar allí pasando el rato sin moverme, sin hacerme pruebas ni tomar medicación, también puedo darme al Dolce Far Niente en casa... Y mi Lord se ahorra viajes, dormimos todos en nuestra cama y comemos comida casera, que ya está bien de tanto catering bienintencionado en el que todas las carnes saben a lo mismo.

Avisamos a la enfermera de que queremos pedir el alta voluntaria para que se lo comunique a la simpática doctora Fistra, con la esperanza de que se lo cuente mientras bebe un café, se le vaya por otro lado y le dé mucha tos... Y ya puestos, le deseo que se manche los zapatos al echarlo, que a mala no me gana nadie. Pero ella no está por la labor de jugar un segundo asalto y pasa de volver a mi habitación, así que deja transcurrir la media hora que falta hasta finalizar su turno (y no me digáis que tenía más pacientes por ver, porque ya me habían comentado las enfermeras que a mí me solía dejar para el final) y se marcha tranquilamente, con el convencimiento de haberme noqueado.

Por la tarde, después de recordarle a la enfermera que queríamos marcharnos y que no pensábamos esperar hasta que la Fistra volviese al día siguiente, vino el médico de guardia a firmarme el informe de alta y toda la parafernalia conveniente, acompañado de la doctora Carapeta, que flipaba bastante e intentaba mantener la cara de póker ante mi osadía (osadía que me hubiese gustado tener en la jeta de la doctora Fistra, pero qué queréis, queridas y queridos, soy lenta de reflejos y tengo que aprender a vivir con ello). El doctor dijo que, vista mi evolución, él no veía ninguna inconsciencia en que me marchase a casa y que, además, la pérdida de líquido amniótico seguramente habría sido un falso positivo del Amnisure (que haberlos, haylos, por lo visto). Charlamos unos minutos, me dio algunas recomendaciones de vida (descanso, tomarme la temperatura tres veces al día, no hacer esfuerzos físicos y volver al hospital si notaba dolor abdominal o volvía a perder líquido), me recordó que mi bebé aún podía llegar a la viabilidad y nacer prematuro (a lo cual yo le contesté que prefería pasarme de viabilidad y llegar a la semana 38) y se marchó deseándome suerte. La joven Carapeta tuvo que rehacer mi informe porque había datos incorrectos y cuando nos lo trajo corregido me recordó que no se me ocurriese coger en brazos a O. G. ni hacer posturas raras, que mejor me estuviese tumbada en la cama.

La contención de que hicimos gala mereció la pena cuando vi la cara de felicidad de Lord Muchomacho, que me dio un abrazo estrujahuesos extra grande (y, seguramente, por completo contraindicado en mis circunstancias) y se puso a recoger nuestras cosas haciendo gala de su súper diligencia (de hecho, el domingo tras la visita del médico ya había estado organizando cosas en casa y había llevado a la señora que nos ayuda para que limpiase a fondo nuestra habitación y cambiase las sábanas, ¿no es encantador?); parecía un huracán ordenando todo a su paso, clasificando ropa, apilando libros y revistas y embolsando fruta y comida. Yo me puse el pantalón vaquero y una camiseta y me quedé sentada en el sofá mientras él iba cargando el coche y O. G. jugaba por la habitación, cada vez más vacía.

Creo que me despedí de alguna enfermera que pasó por allí, pero no lo recuerdo con nitidez; sí sé que me dijo algo de que no pasaba nada por que el bebé fuese prematuro y que nos veríamos para el parto, a lo cual yo sonreí y le dije que, en ese caso, esperaba no verla hasta septiembre.

Lord Muchomacho volvió, cogió a Jorge en su brazo izquierdo, me pasó el derecho por la cintura y me sacó de aquella habitación donde habíamos pasado dos semanas que me parecían dos años; la espalda comenzó a dolerme a los pocos pasos, supongo que por tantos días de inactividad, y sentía una extraña mezcla de alegría e incredulidad al pensar que pronto estaría de nuevo en casa. Recorría los pasillos como un zombi, porque ni siquiera los conocía (yo había ingresado por Urgencias), me dejaba llevar sin terminar de asumir que me estaba marchando, que iba a dormir en mi cama.

No hace falta que os diga, sentimental como soy, que en cuanto entré en el coche me eché a llorar de felicidad, pero también de tristeza por todo lo sucedido, destete involuntario de O. G. incluido...

Y desde entonces, aquí estoy, haciéndole al sofá la forma de mi trasero redondo y turgente cual fruta madura... Hasta el martes que viene, que me incorpore a la vida "útil".

Lady Vaga,
la diva que divaga.

martes, 7 de junio de 2011

Podéis tocarme, dicen que no hay Alto Riesgo

Queridas y queridos, sé que con esto del Día Mundial de los Derechos del Nacimiento he estado un poco (más) monotemática (todavía), pero la ocasión lo merece. Espero que sepáis disculpar este arrebato reivindicativo que, sin duda, se repetirá en lo sucesivo con, esperamos, gran éxito de taquilla y público.

De momento, y para relajar nuestras estresadísimas neuronas, os contaré las novedades gineco-obstétricas de las últimas semanas, es decir, qué tal va nuestro hermoso y tenaz Minimacho. La semana pasada estuvimos con nuestra comadrona de parto en casa, una mujer cuya sabiduría y experiencia le permiten estimar el tamaño del bebé simplemente palpando la barriga de la embarazada (en este caso, yo) y dar información tranquilizadora y adecuada a los más recientes estudios científicos, lo cual no es tan habitual como cabría desear en el sector.

Ayer fuimos al hospital para ver los resultados de la última analítica, pasar una consulta y comprobar el nivel de líquido amniótico (que, curiosamente, desde el día que llegué a urgencias, allá por marzo, siempre sale perfecto) en una ecografía. No me preguntéis por qué (yo tampoco lo pregunté, iba "de tranquis", muy en modo Vaga), en vez de limitarse a estimar la cantidad de líquido, me repitieron de cabo a rabo la ecografía del segundo trimestre. Durante la realización, Lord Muchomacho y O. G. estuvieron presentes (bien por el hospital, sé de otros lugares donde no dejan entrar a los acompañantes hasta que terminan, les ponen la imagen del bebé para que vean que se mueve y tal y listos) y O. G. aprovechó para derrochar encanto... Señalaba a Minimacho en las pantallas diciendo "bebé, bebé" con gran entusiasmo y cuando la doctora daba cifras ("veinticinco más tres"), él le seguía la corriente: "tuato, inco, seis"... Un bombón en toda regla, vamos.

A continuación pasamos a consulta con la doctora que me sigue en Alto Riesgo y ahí ya tuve que ponerme en modo Lady. Nos saludamos amablemente, sonreímos y nos preguntamos una a la otra qué tal estamos, me pesan y toman la tensión y comienza la charla:

- ¿Qué ha pasado con la glucosa que no te la has hecho?

- Pues eso, que no me la he hecho- sonrisa encantadora, cara inocente, pestañas abanicantes.

- ¿Y eso por qué?

- Como en mi primer embarazo lo pasé tan mal con esa prueba, vomité varias veces y me pasé el día revuelta, mi comadrona...

- Pero el cuerpo no está igual en todos los embarazos, a lo mejor esta vez no te sentaba tan mal...- Pues tómatela tú, pedorra, pienso yo, pero continúo con la estrategia dental.

- Mi comadrona- omito la expresión "de parto en casa", ella no necesita tanta información y yo me ahorro saliva- me dijo que si me daba la glucosa basal menos de cien, no me la hacía; y si daba mayor, podríamos controlarlo con glucómetro en el centro de salud, porque no tengo factores de riesgo.

- Ya, pero no es lo mismo.

¡Efectivamente! A ver, señora, de eso se trata, de que no sea lo mismo: un control bien hecho con glucómetro se basa en medir cómo metabolizo la glucosa que ingiero con mi dieta habitual y no en darle patadas a mi pobre páncreas (que no me ha hecho nada todavía la viscerita para que quiera yo vengarme) tomando una cantidad de glucosa así a pelo que dista mucho de parecerse a lo que tomo en una comida normal. Por esa misma regla, podrían ustedes comprobar si alguien tiene riesgo de infarto haciéndole correr veinte kilómetros sin agua y cuesta arriba, no sé. El caso es que no pienso hacerme una prueba llamada "sobrecarga oral" que encima no tiene siquiera valor diagnóstico. Si quiere, hágasela usted y aproveche la ocasión para untarse el brebaje sobrante en el cutis, que seguro que se lo deja divino.

Pero claro, esto no se lo digo, que tengo que ahorrar energía para futuras disputas, así que de nuevo a sonreír con todo mi seductor encanto. Ella vuelve a la carga, que también ha estado cargando las pilas:

- ¿Y con la orina qué ha pasado?

- ¿Cómo que qué ha pasado?

- Pues que diste una muestra insuficiente, aquí lo pone muy claro.

- No sé, doctora, yo les llené el botecito...- y esto es verdad, entregué mi vasito lleno hasta el borde.

- Nada, la próxima vez que te den un barreño- ríe Lord Muchomacho, que hasta el momento se ha limitado a sostener a O. G en su regazo mientras mi retoño primogénito come patatas y bebe zumo como un luchador de sumo chiquitín.

- No sé, se les caería o lo habrán perdido- concede la doctora, resignada ya ante nuestro imperturbable buen humor-. Que te dé la enfermera un bote y dejas ahora otra muestra en laboratorio.

El resto de la visita se resume en que ella no considera que Minimacho o yo corramos riesgo alguno y en que me cita el mes que viene, ante lo cual yo le sugiero que, si ya no soy de Alto Riesgo, me envíe de nuevo a mi centro de salud (más que nada, porque si al final pasa algo yo quiero que de alguna manera quede constancia de que en el hospital ya no pensaban que hubiese riesgo). Ella acepta, pues así me pierde de vista (lo cual yo le recalco en la despedida) y me pregunta qué hacemos con mi baja, para a continuación pasarle la bola a mi médica de cabecera, que decidirá el próximo lunes cuando me vea.

Desde luego, por lo que a mí respecta, alta ya, señoras, ¡alta ya! Que estoy aburridísima de darme al Dolce Far Niente y de no poder ni coger a mi hijo en brazos por prescripción médica. Denme el alta, que además ya abren la piscina y quiero llevarme a O. G. a nadar todas las tardes como pececillos hidrodinámicos. Y hasta echo de menos el trabajo, ver gente, reírme con las ocurrencias de los clientes y abroncar proveedores cuando se tercia. Pero esto no quiere decir que Lady Vaga deje de relatar sus fantásticas aventuras, no señores. No perdáis de vista el blog, que tenemos todavía tres meses por delante hasta septiembre y no me vale la excusa de "es que en vacaciones no tengo ADSL", leedme por el móvil, el iPad o por fax si es preciso. ¡Hasta ahí podíamos llegar!

Ah, por cierto: al salir vimos a la querida doctora Maja, de la cual hablaré largo y tendido en alguna entrada; la más empática y cariñosa de los médicos que me vieron durante mi relax en Hotel Espe y a la cual agradezco desde aquí su paciencia y su dulzura. Me deseó que todo me fuese bien y dijo que esperaba verme el día del parto, a lo cual yo sonreí con mi cada vez más habitual diplomacia... El día del parto no, doctora, porque tendré cosas que hacer en casa, pero unas semanitas después no dude usted de que pasaré por aquí para recordarles que no todas las fisuras de catorce semanas terminan en prematuridad por narices. Eso espero yo.

Me despido de vosotros por hoy y comienzo el tratamiento de deshabituación de mi querido sofá, compañero de estas semanas, con gran dolor de mi corazón y alegría de mis pantorrillas,
Lady Vaga,
la diva que divaga.

lunes, 6 de junio de 2011

Mañana es el gran día, ¿estáis preparados?

Queridas y queridos, os recuerdo que mañana, 7 de junio, es el Día Mundial de los Derechos del Nacimiento y nuestra primera acción conjunta para reivindicar la mejora de la atención al parto en este país.

Como sabéis, la OMS publicó hace ya una serie de años unas directivas y recomendaciones en torno a la atención al parto, pero en España, who knows why, todavía hay muchos profesionales que se las pasan por el arco del triunfo. Contra toda esa caterva de médicos anticuados, "ginesaurios" para los amigos, nació el Plan de Parto Subversivo y Lady Rabbit, amiga y compañera, tuvo la idea de compartirlo y difundirlo entre los ginecólogos que nos han hecho pasar malos ratos, por decirlo finamente. Así, pensamos que lo mejor era hacerlo coincidir con la simbólica fecha de mañana, por cuanto significa, y que podría ser divertido hacer llegar un Plan de Parto Subversivo a quien cada una quisiera. Comenzamos a organizarnos en Facebook, nos liamos el turbante a la cabeza (de manta nada, porque somos divinas y eso no favorece ni un poco, darlings) y esperamos que mañana lleguen muchas cartitas a la SEGO y a las consultas de quienes nos han atendido mal.

A continuación, para los despistados, os resumo los recursos disponibles para que participéis en esta acción que, os recuerdo, nos incumbe a todos, no sólo a las que tenemos que parir:

  • Plan de Parto Subversivo: texto original del documento con el que se nos empezó a ocurrir la idea de liarla. Es para reírse, así que absténganse los demasiado sensibles y los pejigueros.
  • Carta para el Día Mundial de los Derechos del Nacimiento: es el mismo plan, pero con un encabezamiento y una breve despedida para enviar a los gines de nuestros amores. Podéis personalizarlo a vuestro gusto, gozadlo.
  • Carta para el Día Mundial de los Derechos del Nacimiento (versión Lady Destroyer): pues eso, que nuestra amiga Destroyer se lió la manta a la cabeza y modificó el plan original para expresarse y quedarse bien a gusto. Mandad la que queráis, que para eso sois personas libres.
  • Señor Ginecólogo, si Vd. sabe parir mejor, adelante: es el grupo en Facebook mediante el que nos hemos ido coordinando. Debemos su glorioso nombre a la madre de Lady Rabbit, la cual es un dechado de ingenio y mala leche cuando se tercia, entre otras virtudes. No perdáis de vista esta página, pues desde ella iremos poniendo en marcha otras actividades según se nos vayan ocurriendo.
  • Listado de e-mails gubernamentales: Mai nos ha hecho llegar esta lista para las que prefiráis hacer un envío de e-mails a instituciones políticas.
  • Listado de ginecólogos e instituciones: principalmente, direcciones postales. Es que, en el fondo, somos unas románticas empedernidas y nos gusta esa idea del médico abriendo la carta y poniendo cara de muñeco hinchable... La lista se ha creado con las aportaciones de muchas personas, así que si echáis algo en falta, no dudéis en enviar el Plan de Parto Subversivo a quien más os apetezca.

Y, de momento, esto es todo. Esperamos que os animéis a participar y que entendáis que nuestro objetivo es, sin dejar de tomárnoslo con humor (como hace la gente inteligente), hacer entender a ciertos profesionales que están sobreactuando en nuestros partos, como si de un episodio de "Al salir de clase" se tratara. Pedimos que guarden las tijeras y el bisturí para los casos realmente imprescindibles y que, por favor, nos dejen a nosotras parir a gusto y a nuestros hijos nacer tranquilos.

Desde mi diván os lo digo,
Lady Vaga,
la diva que divaga.

sábado, 4 de junio de 2011

Último domingo en Hotel Espe

Queridas y queridos, me quedan muchas anécdotas de mi estancia en Hotel Espe para compartir con vosotros, pero poco a poco el olvido va cayendo sobre esos días (por fortuna para mí) y los detalles van viéndose sustituidos por una sensación general de neblina mental que empaña los peores momentos.

Sin embargo, todavía tengo fresco en la cabeza el domingo 27 de marzo, porque fue el día en que un simpático doctor de guardia pasó por mi habitación para la visita y me informó de que mi PCR estaba, ¡finalmente!, en valores normales. Bueno, el límite se fija en 10 (no sé si en todos los laboratorios es igual o habrá ligeras variaciones, hablo del límite que se manejaba en Hotel Espe) y la mía estaba en 10,4, lo cual era un magnífico triunfo dado que había llegado a tenerla en 99,8 apenas cinco días antes...

Este doctor, por fin, se tomó el tiempo necesario para responder a mis dudas, me dedicó esos cinco minutos que todo paciente preguntón agradece (¿ves cómo no era tan difícil, Fistrilla mía?) y me informó, ¡oh, dioses, oh, sí!, de que al día siguiente propondría mi alta en la reunión matinal. Yo no sabía qué decir, estaba boquiabierta y no alcanzaba a reaccionar... ¿Irme a mi casa? ¿Por fin? ¡No me lo creía!

Supongo que la mezcla de alegría e incredulidad que nos invadía a mí y a Lord Muchomacho era compartida por las enfermeras de planta, pero sólo al 50%, es decir, en la parte de alegría, pues veían claro después de dos semanas que se iban a librar de la preguntona de la bolsa fisurada... Todas las visitas que me hicieron el resto del día e incluso a la mañana siguiente incluían, además de la gran sonrisa con la que siempre entraban (eso no es sarcasmo, es de verdad) y el "¿qué tal estás?" (aderezado con algunos mimos extra para O. G., que ejercitaba con maestría sus dotes de seducción sobre todas y cada una de las enfermeras que pasaban por la habitación) un "bueno, que mañana te vas a casa..." que yo quería terminar de interiorizar...

Mi respuesta, invariablemente, era "bueno, mañana o el martes, no quiero hacerme ilusiones", a lo cual me respondían con contundente lógica "si ya tienes bien la PCR, has acabado los antibióticos y no has vuelto a perder líquido, ¿para qué te van a tener aquí más tiempo?".

Pero yo no me fiaba, sabía que aún me quedaba, como mínimo, un último asalto con mi archienemiga, la implacable Dra. Fistra y, como si de un combate entre Charles Xavier y Magneto se tratase, yo era, al fin y al cabo, la de la movilidad restringida y sólo podía contar con el poder de mi mente (la cual estaba cada vez más floja de energía desde hacía dos semanas), mientras que ella gozaba de todo un arsenal de objetos metálicos a su disposición.

miércoles, 1 de junio de 2011

Pensar es malo para la salud, dijo el Dr. Anónimo...

Queridas y queridos, si bien todos por aquí sois absolutamente encantadores (charming, charming, vamos), debéis saber que allá fuera el mundo es un lugar a veces hostil, siempre ecléctico, en que, como diría mi abuela, "hay gente pa' to'".

Digo esto porque, tanto en este blog como en otros lugares por los que se ha ido difundiendo el Plan de Parto Subversivo me he encontrado algunos comentarios que me resultan, digamos, curiosos (ellos pretenden ser a la vez esclarecedores e insultantes, pero no les sale demasiado bien). Lo comentaba con unas amigas y, qué queréis que os diga, no me sorprende la ignorancia de la evidencia científica, ni el que invariablemente esos comentarios los dejen bajo el nombre "Anónimo" (que vete tú a saber cómo les llamarán en casa, ¿Ano?), sino el que se pueda desear a un ser humano, que no conocen de nada, que tenga que ir a un hospital y no le atiendan, por querer saber más que los médicos (¿?). Vuestra amiga Lady Vaga, como muchos de vosotros, además de adicta a la lectura, es muy fan de eso que llaman la medicina basada en pruebas (no en "evidencias", eso es una mala traducción, pero si os gusta más, me vale también) y no en la costumbre. Y admitámoslo, en obstetricia, por desgracia, muchas cosas se hacen "porque sí" y punto. Vosotros sois libres de dejaros rajar si queréis, pero qué queréis que os diga, yo creo que leer y usar el cerebro no puede ser tan tan tan malo... Así que, en mi divina perplejidad y maravillada ante la existencia de estos seres unicelulares de despotrique fácil e ironía grumosa, me pregunto, lápiz en mano:

  • ¿Conocer las recomendaciones de la OMS para un parto normal (y reitero "normal", no hablamos de emergencias, por supuesto) es querer saber más que los médicos?
  • ¿No querer someterte a prácticas innecesarias o directamente perjudiciales -que se siguen haciendo, señoras, no nos engañemos ni engañemos a los demás- es tan ofensivo para alguien?
  • ¿Estar informada de cómo es un parto normal (reitero "normal" por enésima vez, qué hartura) es tan malo? ¿Es mejor no saber nada?
  • ¿Qué más les da a estas mentes descansadas si yo me informo o no? ¿En qué les perjudica a ellos?
  • ¿Por qué en cuanto alguien se molesta en informarse, estudiar y manejar datos científicos se le insulta y se pregunta jocosamente si es que es médico?
  • ¿Es que vosotros, paletos del mundo, no os informáis cuando os quieren operar de algo? ¿Ofrecéis vuestro cuerpo sin más?
  • ¿Preguntar a un médico por qué me va a hacer tal o cual cosa, o no querer que me metan los dedos por la vagina cinco personas diferentes es motivo para dejarme arrinconada sin atender en un hospital? No, espabilados, eso es un delito, así que no animéis a los médicos a hacer eso o algún día os tendrá que operar de apendicitis el chamán de la tribu.
En fin, podría seguir así toda la mañana, pero tengo cita con mi comadrona de parto en casa, porque, sí, soy una de esas locas que pretenden parir en su casa, acompañada por una comadrona experta, enfermera titulada con veinticinco años de experiencia y cuatrocientos partos atendidos, que vendrá a mi domicilio con los medios técnicos y humanos (ella y su ayudante son el medio humano) para resolver posibles emergencias y con el discernimiento suficiente para saber cuándo, si llega el caso, es necesario ir a un hospital.

Y, sí, es triste que haya que presentar un plan de parto en los hospitales, sobre todo para pedir "no me hagan", pero así están las cosas. No es de snobs, ni de pijas, ni de hippies ni de fans de la pachamama, sino propio de personas racionales que se responsabilizan de su salud, de su cuerpo y del hijo que llevan dentro. Pero la que prefiera ir pensando "el médico es el que sabe, que me haga lo que sea", también es libre y no veréis que aquí se la critique.

Hala, id con Dior, que yo me voy a que me atienda un profesional sanitario cualificado. Por si no os habíais enterado.
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